El ritmo frenético de nuestra vida sitúa más de una vez, de rebote, a la infancia en una vida acelerada. Sin darnos cuenta y casi siempre con la mejor de las intenciones cargamos de tareas a nuestros hijos pensando que les ayudarán a desarrollarse. Idiomas, música, actividades deportivas… La carrera está en marcha y no siempre corre paralela a sus necesidades de juego, ocio, relación con iguales y tiempo relajado.
Y aquí, entramos a hablar del talento y de las aportaciones de la Teoría de las Inteligencias Múltiples que nos recuerda que somos seres únicos y cada aprendiz tiene un perfil diferente tanto en su capacidad como en su forma de aprender, porque la inteligencia no es una, sino una combinación que tiene en cuenta diferentes tipos de inteligencia como lingüística, musical, espacial, lógico-matemática, corporal-kinestésica, intrapersonal, interpersonal y naturalista. Y la combinación singular de las inteligencias de cada niño o niña constituye su talento: su TESORO. Ese que sí tenemos que ayudar a descubrir y potenciar.
¿Cómo podemos hacerlo? Aquí van algunas claves:
1. Aprovechemos la curiosidad infantil y su capacidad de asombro como herramienta para activar el aprendizaje.
2. Tenemos que observar sus preferencias, intereses e inquietudes.
3. Respetar los tiempos necesarios para que fluya la memoria creadora. El talento surge con más facilidad en la conocida como cultura slow, no con las prisas del día a día.
4. Aprovechar las emociones para generar talento. Sin pasión no existe aprendizaje.
5. Las situaciones de aprendizaje ofertadas al alumnado en la escuela deben ser muy diversas para que puedan emerger los diferentes tipos de inteligencias. Y la metodología tiene que favorecer el respeto a los ritmos de aprendizaje.
6. Para favorecer la plasticidad cerebral, los ambientes de aprendizaje deben ser diseñados incluyendo el mayor número de canales sensoriales posibles –auditivos, visuales, kinestésicos…
7. Como casi todo en la vida, hay que trabajarlo. El entrenamiento y los hábitos favorecen el talento, ya que este no suele surgir por generación espontánea, sino que es fruto de un trabajo constante y sistemático.
8. El juego y, en general, los escenarios lúdicos, son fantásticos para ensayar habilidades y destrezas que, con una práctica adecuada, se pueden transformar en talento.
Como veis, la educación puede transformar la inteligencia que poseemos cada persona en talento.