“El niño o el adolescente que más preocupa a los psicólogos es el niño asintomático, el que nunca cuestiona nada y obedece a todo", afirma Sylvie Pérez, profesora de Psicología y Ciencias de la Educación . "Asociamos portarse bien con obedecer y portarse mal con desobedecer, porque aplicamos en los niños el criterio moral de los adultos", continúa.
Y esa idea que tenemos los adultos en este sentido, puede no ser muy acertada, ya que al igual que los niños siguen un desarrollo para hablar, para andar… tenemos que tener presente que los conceptos del bien y el mal no se asocian correctamente hasta aproximadamente los doce años. Has oído bien, los 12 años. Por eso, "pautas educativas excesivamente autoritarias limitan la habilidad del niño o la niña para ser flexible, tener iniciativa, pensar, desarrollar una capacidad crítica…", explica Paula Morales, también profesora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación.
Lo positivo de cuestionarse las normas
Lo habitual es que el adulto dicte una serie de pautas que el niño debe aceptar. "Vivimos en un mundo un tanto inflexible: los niños salen del colegio, hacen sus extraescolares, juegan un tiempo concreto en el parque, cenan a una hora determinada, no pueden ver la tele más de unos minutos establecidos… Todo está pautado. Hay niños que no obedecen porque se cuestionan la norma y te preguntan. Simplemente no comprenden por qué tiene que ser así, y si lo hacen sin agresividad es un buen síntoma", comenta Pérez. Sobre la necesidad de razonar las normas, Paula Morales añade: "en un enfoque basado en el diálogo, respetas el proceso evolutivo. Intentas entender qué le pasa al niño: en lugar de centrarte en su enfado, que es la punta del iceberg, piensas en qué ha pasado para llegar a ese extremo, en por qué se nos ha ido de las manos esa situación".
Por supuesto, hay que distinguir entre la obediencia a unas normas para evitar peligros y la obediencia ciega. Si bien hay límites que un menor, sea de la edad que sea, nunca debe traspasar (como la violencia, por ejemplo), "existen normas o pactos en la convivencia diaria que deben poder ser cuestionados por parte de los niños", aclara Sylvie Pérez. "Hay que darles la oportunidad de que manifiesten su voluntad y de validar si lo que dicen es aceptable o no”. También recomienda "no centrar la conversación hacia lo bien o mal que se han portado, sino hacia los hechos: '¡Qué bien has comido!', '¡qué bien ha estado que juegues con los abuelos!'".
Pasar tiempo con ellos y prestar atención a sus necesidades es esencial. "Es importante que el tiempo juntos sea un tiempo de calidad: eso marca la diferencia", indica Paula Morales. Y también es importante dedicar ese tiempo a escucharlos, a tener en cuenta sus opiniones. Si sienten que confiamos en ellos, "serán personas más autónomas y con una mejor gestión de sus emociones", concluye la experta.